sábado, 4 de abril de 2009

Piel con piel



Se respiraba una tranquilidad sobrecogedora. Ya en aquellos tiempos el ruido de los coches tildaba el ajetreo de la ciudad, y marcaba el ritmo de las horas punta. Aquel lugar era diferente. Retirado del mundo, sus habitantes parecían bestias salvajes viviendo pacientes en un remanso de calma. Cierto es que los pueblos de la costa siempre tiene un clima de paz que no tienen las grandes capitales, pero en este en especial, ajeno del turismo y sus agravios, la calma y la tranquilidad te invadían de la cabeza a los pies.


Eran pasadas las ocho, ese momento justo en que el sol estival marca sus últimos compases, y un crepúsculo entre rosa y almíbar se adivina en el horizonte cercano. A esas horas el terral sopla suave de tierra adentro, mientras los hombres del mar adujan sus últimos cabos entre el constante campaneo de las drizas contra el mástil. Las gaviotas inquietas buscan de nuevo el lugar de dormida, veo sus siluetas recortadas en un contraluz de puro ámbar.


Aún recuerdo nuestra vestimenta. En aquellos tiempos cálidos nos gustaba vestir ropas sueltas, de lino o alguna otra fibra natural que nos librara del sudor, y que filtrara aquel aire espeso y húmedo que inundaba el puerto nada más pasar el mes de mayo y que perduraba hasta bien entrado el otoño. Descalzos, siempre era agradable caminar sobre la tablazón del embarcadero, o sobre la cubierta de algún barco conocido. Es una sensación incomparable, primitiva, gratificante.

Caminamos hasta la casa. El ocaso marcaba el perezoso encendido de las farolas de la calle, que vestían de amarillo las viejas fachadas de cal, castigadas por el paso de los años y el salitre. La casa era sencilla, nunca gustamos de grandes lujos materiales. Una gran cocina, eso sí, ataviada con buena mesa de madera de roble, una gran lavadera, y recubierta de celosías blancas hasta media altura, donde colgaban las sartenes y demás utensilios de cocina. Junto a la alacena, un mueble –probablemente proveniente de los restos de algún barco desguazado- hacía las veces de bodega, siempre a punto, pese a la escasez de buenos vinos que había en ese tiempo por aquellos lares.

Fuimos al dormitorio. Era mi lugar favorito de la casa, y probablemente también el de ella. Humilde -como el resto de la casa- era un remanso de paz, no sé si por las cortinas de algodón fino que se movían a poca brisa que soplara, por la vieja mesilla de noche, o por la gran cómoda de caoba blanca que ocupaba toda la pared del fondo. Una gran librería hacía esquina junto a la ventana, con tantos libros y tantas historias que nos han acompañado durante estos años que solo con verla te sentías acompañado, y un gran ventanal que daba al puerto filtraba la luz de la calle con su celosía de madera, mitad verde y mitad blanca, desgastada por el paso de los años.

Una cerilla se prende, una llama ilumina titilante el cabecero blanco de la cama, el ambiente cálido se vuelve espeso, el olor a mar se confunde con el perfume de la piel, el visillo se mueve calmado, las ropas caen sobre la madera del suelo, a nuestros pies, con un sonido ajado y promisorio.

Te tumbas en la cama, de espaldas a mí. Es inefable tanta belleza junta, tanto que hay que acercarse para no perder detalle de cada poro, de cada partícula de piel, de cada línea, de cada corva. Un silencio sobrecogedor, unos dedos que pretenden recorrer cada centímetro, una piel que se estremece, la luz que se refleja contra ti con sus sombras sugerentes y lascivas. Un tiempo que pasa sin prisa, lento, ajeno al devenir del resto del mundo.


Tu y yo. Piel con piel. El centro del universo en la punta de los dedos.

5 comentarios:

  1. Muy hermoso, Pablo. ESpero que todo vaya bien, amigo.

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  2. viajero...

    ya voy pasando a leerte...pero no había escrito y parece que en unos días esto se ha llenado de gente y de entradas!

    estás como siempre...cambiante...con tus guisos, tu poesía, tus fotos...tu tu...eres pablo...nadie como tu...y lo digo en serio...cuando te leo disfruto...no me extraña que te hayan concedido algo de "mago"...te veo más tu que nunca...y eso es buenísimo...más que bueno!

    Eres tu el que me has escrito que vas a lloret?locoooooo....pq no me pides referncias que al lado hay rincones menos turísticos y más bonitos...más dignos de tí!

    A ver si hablamos...o nos vemos ya de una vez!
    pd. estoy hoy muy seriota-no me pasa nada-...lo siento :( ya te compensaré otro día

    Un abrazo de algas y mar

    Mi

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  3. ajajajjaja muchas gracias por tus comentarios, siempre son bienvenidos. Tranquila, lo de lloret fue un error menor, solo pisamos lloret para dormir, echamos el sábado en Tossa y el domingo en Blanes, ambos muy bonitos, sobre todo Tossa....

    ...además... cuando la compañía es buena y especial, el lugar ayuda, pero es secundario :)

    Otro abrazo para tí, me alegro de verte por mi casa

    Pablo

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  4. releo tu comentario.... "te veo más tú que nunca".... me encanta oirlo... me está costando, no creas, pero al final se ven los resultados, yo lo veo y tu tb... claro que me están dando un empujoncito... es un poquito de trampa pero muy poquito :)

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