sábado, 30 de agosto de 2008

Zahara de la sierra

En mi último viaje a la sierra, conseguí esta foto para ilustrar este bello poemita...




Está Zahara en una altura

entre montaña y colinas

sentada en la peña dura,

que asoma la cresta obscura

por entre Ronda y Medina.


Cuando encienden los cristianos

de noche hogueras en ella,

no distinguen los paisanos

si son sus fuegos lejanos

luz de atalaya o de estrella.

José Zorrilla. La sorpresa de Zahara (fragmento)

jueves, 28 de agosto de 2008

Mariposa o manzana



El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana..
Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.

El pie del niño entonces fue derrotado,
cayó en la batalla, fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato...
Poco a poco sin luz fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.

Aquellas suaves uñasde cuarzo, de racimo, se endurecieron,
se mudaron en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño se aplastaron,
se desequilibraron, tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron, se cubrieron con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.

Pero este ciego anduvo sin tregua, sin parar hora tras hora,
el pie y el otro pie, ahora de hombre o de mujer,
arriba, abajo, por los campos, las minas, los almacenes y los ministerios,
atrás, afuera, adentro, adelante, este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron hasta que el hombre entero se detuvo.

Y entonces a la tierra bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro,
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera ser manzana.
Pablo Neruda

Aún hoy...

Uno de esos días en que te abandonas y debías haberlo pasado durmiendo.

Acabo con esta frase antes de acostarme, a ver si me da impulso para mañana. Que descanséis.





"...y aunque supiera que el mundo ha de acabar mañana,

yo, aún hoy, plantaría un árbol."
.

viernes, 22 de agosto de 2008

Y uno aprende

Este texto se le atribuyo a Jorge Luis Borges, pero hay varias teorías... así que en principio diré que es suyo, aunque si no lo es, que su autor me perdone.

...y pienso que no, que realmente uno no aprende, o no tiene coraje de aplicar lo que aprendió.



Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes, y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.
Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo...

lunes, 18 de agosto de 2008

En el tintero


Me encantan los textos que rondan en mi cabeza durante meses... años... y sin prisa los voy dejando madurar... hasta que un un buen día algo o alguien trae la llave maestra, la palabra exacta que los hace tomar su forma definitiva. Compañera, esa era la palabra que faltaba, y cómo no, el weto dió en la diana de la inspiración... "compañera"...

Anoche escribí esta carta, que nunca enviaré, ya que probablemente tenga más de fantástico que de real, pero... soñar es gratis, ¿no?. Gracias a mi amino el nikon por sacarme medio decente en esta foto tan especial... y por cierto, no fumo ehh????


Tal vez no, no tengas tú la culpa. Al fin y al cabo no se te puede achacar que tengas esa forma tan vehemente de ver la vida. Tal vez sea yo el desfasado, con estos ojos cansados ya de ver, y esta vista más larga de lo que debiera.
No, no creo que tengas la culpa, cuando esa mirada azorada de niña mira hacia cualquier sitio, en busca de nuevas vidas, nuevos deseos. Y es que hay veces que la sangre arde, parece salirse de las venas, y ese instinto es irrefrenable, difícil de contener.
Yo en cambio te veo con otros ojos, y cuando digo que te veo, no te veo a ti, nos veo a los dos. Cuando te miro veo a mi compañera. Si, eso, mi compañera. Una palabra a priori fría y en desuso, pero que sabe expresar lo que siento y refleja el remanso de calma donde me imagino contigo dentro de unos años. Esa calma que me hace imaginar el futuro como algo sencillo, como aquella pequeña “habitación de Arles” que Van Gogh tuvo el detalle de pintar. Una cama con colchas de algodón, una mesa, un cuadro, y tu cuerpo tendido.
Curiosamente estoy convencido de que piensas igual que yo. Porque tú y yo somos de esas personas que entre la multitud se encuentran, se miran, y sus ojos hablan otro lenguaje distinto al de los demás, y tenemos otra forma de mirar, de mirar adentro, a lo sensible, a lo místico. Cuando dos personas se tocan en el alma de la forma en que lo hicimos, cuando se convive tanto y tan cerca, cuando se invierten tantas y tantas largas tardes arropados en una cama o en un sofá, o sentados en un bordillo... cuando eso pasa, se teje un hilo entre los dos, un hilo finísimo imposible de romper, por más que uno quiera, y que une, ata o ahoga a partes iguales, dependiendo el uso que se le quiera dar.

Por eso no te despido con gritos desaforados, ni aspavientos. Te veo partir desde arriba con la tristeza de la madre que ve pasar el día de su cumpleaños sin una llamada de su hijo, y a la noche recibe un cruel e iocente “¿sabés mama? Me olvidé de llamarte porque estuve jugando futbol...”. Así te siento, con una pequeña amargura pero con una comprensión casi paternal.

No sabes lo difícil que es escuchar decirme que te vas, sabiendo que tarde o temprano volverás, porque este lazo que nos une es para siempre, porque esta convivencia maravillosa y cálida con la que nos acompañamos en la vida vale más que todo el oro del mundo, y bien sé que llegará el día en que la vuelvas a necesitar.
La puerta está abierta. Al fondo las cortinas se mueven con la brisa de media tarde, y un rayo de sol de otoño dibuja sombras en el viejo suelo de madera. Entrarás sin llamar, como siempre, con un bolso entre las manos y una chaqueta de hilo blanco sobre los hombros, con el cuello hacia adelante como queriendo atisbar sin molestar, y me encontrarás donde me dejaste hace ahora tres años, esperando, porque todo este tiempo no fue más que una larga espera, porque a poco que haga memoria, todas las vidas que he vivido y todas las mujeres que he amado en esta ausencia tuya me parecen en tercera persona, no han sido sino un mero sucedáneo de vida.

Que lástima que seamos tan ventaneros. Siempre mirando sobre los hombros del presente, asomados a la pérfida ventana del deseo, de lo desconocido, de la curiosidad. Siempre un trasiego de aquí a allá, en busca de la felicidad, de lo nuevo. Y sé que llegarás exhausta, cansada, lánguida, a desenpolvar la felicidad que ahora sabes que tuviste a mi lado desde el primer día. Porque no hubieras ido a la calle a buscar el amor si de alguna manera no lo hubieses ya encontrado en mí. Me buscabas fuera, y estaba dentro, dentro de tí.

Pero ahora ya es tarde. No me queda otro remedio que arrancar un trozo de papel y dejar una nota en el recibidor diciendo “he salido, no me esperes” para que la leas al entrar, mientras sentado en la alcoba enciendo un cigarrillo en silencio, y escucho como tus pasos se alejan de mi vida, esta vez para siempre.

jueves, 14 de agosto de 2008

Siempre

Hoy es uno de esos días locos en los que no debí haberme levantado de la cama. De esos días en que este precioso texto toma vida. Si la cronopia que me lo enseñó anda por ahí, le mando un abrazo enorme, que ya le daré en cuanto la pille por alguna callejuela gaditana (no te escaparás).

Tengo una sensación extraña por el cuerpo de haber hecho algo mal, de haber metido la pata irremediablemente. Esperemos que haya suerte. Así soy yo.

Besos y abrazos para todos.


Siempre esta sensación de inquietud. De esperar más. Hoy son las mariposas y mañana será la tristeza inexplicable, el aburrimiento o la actividad desenfrenada por arreglar este o aquel cuarto, por coser, por ir aquí o allá a hacer mandados, mientras trato de tapar el universo con un
dedo, hacer mi felicidad con ingredientes de receta de cocina, chupándome los dedos a ratos y a ratos sintiendo que nunca podré llenarme, que soy un barril sin fondo, sabiendo que "no me conformaré nunca" pero buscando absurdamente conformarme mientras mi cuerpo y mi mente se abren, se extienden como poros infinitos donde anida una mujer que hubiera deseado ser pájaro, mar, estrella, vientre profundo dando a luz universos, novas relucientes...
Y ando reventando palomitas de maíz en el cerebro, blancas motitas de algodón, ráfagas de poemas que me asaltan todo el día y hacen que quiera inflamarme como globo para llenar el mundo, la naturaleza, para empaparme de todo y estar en todas partes, viviendo una y mil vidas
diferentes... Mas he de recordar que estoy aquí y que seguiré anhelando, agarrando pizquitas de claridad, haciendo yo misma mi vestido de sol, de luna, el vestido verde-color de tiempo con el que he soñado vivir alguna vez en Venus.

Gioconda Belli

martes, 12 de agosto de 2008

Un pequeño paraiso



Puesta de sol en la playa de Atlanterra, Zahara de los atunes (Cádiz)





Idem





domingo, 10 de agosto de 2008

El buscador

Aveces pasan cosas maravillosas como conocer a una persona nueva y que te regale una historia tan bonita como esta. Espero que os guste tanto como a mi. Muchas gracias amiga, un placer conocerte.

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día nuestro Buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó Kammir a lo lejos, pero un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. Estaba rodeaba por completo por una especie de valla pequeña de madera lustrada, y una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El Buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como por azar entre los árboles. Dejó que sus ojos, que eran los de un buscador, pasearan por el lugar... y quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción. “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, y sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar…
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Al acercarse a leerla, descifró: “Lamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, ningún familiar – dijo el buscador - Pero... ¿qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano cuidador sonrió y dijo:
"Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré... Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de entonces, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana, dos? ¿tres semanas y media? Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? ¿y el casamiento de los amigos? ¿y el viaje más deseado? ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones? ¿horas? ¿días?…
Así vamos anotando en la libreta cada momento, cada gozo, cada sentimiento pleno e intenso... y cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ése es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido."

Extraído del libro Cuentos para pensar, de Jorge Bucay

miércoles, 6 de agosto de 2008

Voy a dormir

Tal vez muchos conozcáis la famosísima canción de Ariel Ramírez y Félix Luna "Alfonsina y el mar". Lo que muchos no saben es el verdadero significado de la canción, homenaje a la Poetisa argentina Alfonsina Storni.
A poco que se lea algo de esta impresionante escritora, la canción toma su verdadero significado, escrita a raíz del último poema escrito por Alfonsina justo antes de poner fin a su vida ahogándose en una playa del mar del plata. Un romántico punto y final a una vida llena de tormentos y desamor, hilo conductor de toda la obra de Alfonsina, que tal y como ella misma decía "escribía para no morir". Lectura recomendada, a ratitos... pero sin deprimirse!!




Atardecer en la playa de Sancti petri (Chiclana de la Fra.)

Voy a dormir


Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas,
tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,una constelación,
la que te guste: todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases para que olvides... Gracias.

Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Alfonsina Storni