lunes, 18 de agosto de 2008

En el tintero


Me encantan los textos que rondan en mi cabeza durante meses... años... y sin prisa los voy dejando madurar... hasta que un un buen día algo o alguien trae la llave maestra, la palabra exacta que los hace tomar su forma definitiva. Compañera, esa era la palabra que faltaba, y cómo no, el weto dió en la diana de la inspiración... "compañera"...

Anoche escribí esta carta, que nunca enviaré, ya que probablemente tenga más de fantástico que de real, pero... soñar es gratis, ¿no?. Gracias a mi amino el nikon por sacarme medio decente en esta foto tan especial... y por cierto, no fumo ehh????


Tal vez no, no tengas tú la culpa. Al fin y al cabo no se te puede achacar que tengas esa forma tan vehemente de ver la vida. Tal vez sea yo el desfasado, con estos ojos cansados ya de ver, y esta vista más larga de lo que debiera.
No, no creo que tengas la culpa, cuando esa mirada azorada de niña mira hacia cualquier sitio, en busca de nuevas vidas, nuevos deseos. Y es que hay veces que la sangre arde, parece salirse de las venas, y ese instinto es irrefrenable, difícil de contener.
Yo en cambio te veo con otros ojos, y cuando digo que te veo, no te veo a ti, nos veo a los dos. Cuando te miro veo a mi compañera. Si, eso, mi compañera. Una palabra a priori fría y en desuso, pero que sabe expresar lo que siento y refleja el remanso de calma donde me imagino contigo dentro de unos años. Esa calma que me hace imaginar el futuro como algo sencillo, como aquella pequeña “habitación de Arles” que Van Gogh tuvo el detalle de pintar. Una cama con colchas de algodón, una mesa, un cuadro, y tu cuerpo tendido.
Curiosamente estoy convencido de que piensas igual que yo. Porque tú y yo somos de esas personas que entre la multitud se encuentran, se miran, y sus ojos hablan otro lenguaje distinto al de los demás, y tenemos otra forma de mirar, de mirar adentro, a lo sensible, a lo místico. Cuando dos personas se tocan en el alma de la forma en que lo hicimos, cuando se convive tanto y tan cerca, cuando se invierten tantas y tantas largas tardes arropados en una cama o en un sofá, o sentados en un bordillo... cuando eso pasa, se teje un hilo entre los dos, un hilo finísimo imposible de romper, por más que uno quiera, y que une, ata o ahoga a partes iguales, dependiendo el uso que se le quiera dar.

Por eso no te despido con gritos desaforados, ni aspavientos. Te veo partir desde arriba con la tristeza de la madre que ve pasar el día de su cumpleaños sin una llamada de su hijo, y a la noche recibe un cruel e iocente “¿sabés mama? Me olvidé de llamarte porque estuve jugando futbol...”. Así te siento, con una pequeña amargura pero con una comprensión casi paternal.

No sabes lo difícil que es escuchar decirme que te vas, sabiendo que tarde o temprano volverás, porque este lazo que nos une es para siempre, porque esta convivencia maravillosa y cálida con la que nos acompañamos en la vida vale más que todo el oro del mundo, y bien sé que llegará el día en que la vuelvas a necesitar.
La puerta está abierta. Al fondo las cortinas se mueven con la brisa de media tarde, y un rayo de sol de otoño dibuja sombras en el viejo suelo de madera. Entrarás sin llamar, como siempre, con un bolso entre las manos y una chaqueta de hilo blanco sobre los hombros, con el cuello hacia adelante como queriendo atisbar sin molestar, y me encontrarás donde me dejaste hace ahora tres años, esperando, porque todo este tiempo no fue más que una larga espera, porque a poco que haga memoria, todas las vidas que he vivido y todas las mujeres que he amado en esta ausencia tuya me parecen en tercera persona, no han sido sino un mero sucedáneo de vida.

Que lástima que seamos tan ventaneros. Siempre mirando sobre los hombros del presente, asomados a la pérfida ventana del deseo, de lo desconocido, de la curiosidad. Siempre un trasiego de aquí a allá, en busca de la felicidad, de lo nuevo. Y sé que llegarás exhausta, cansada, lánguida, a desenpolvar la felicidad que ahora sabes que tuviste a mi lado desde el primer día. Porque no hubieras ido a la calle a buscar el amor si de alguna manera no lo hubieses ya encontrado en mí. Me buscabas fuera, y estaba dentro, dentro de tí.

Pero ahora ya es tarde. No me queda otro remedio que arrancar un trozo de papel y dejar una nota en el recibidor diciendo “he salido, no me esperes” para que la leas al entrar, mientras sentado en la alcoba enciendo un cigarrillo en silencio, y escucho como tus pasos se alejan de mi vida, esta vez para siempre.

7 comentarios:

  1. Querido Pablo,
    esto es hermoso a reventar...te mando un abrazo, amigo mío, en esta una de mis primeras noches viviendo en soledad...Y con internet gratuito...algo bueno teníamos que encontrar...Gracias por tus palabras y por este texto. Es hermoso y lleno de sensibilidad. un abrazo

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  2. Gracias por tu apoyo y por tus visitas, me alegro de verte de nuevo por esta, mi (tu) casa.

    Besos

    Pablo

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  3. Estoy con full...revienta sensibilidad!

    Cuantas mascaras tiene don Pablo? Mientes cuando escribes o te acercas a una desconocido propio?

    Te podría decir muchas cosas negativas que acuden a mi con este escrito...que no hay un compañero eterno...pero también pienso que si un día tuviste una charla o un silencio en cualquier acera con ella...tienes un gran tesoro en el bolsillo para cuando lo necesites.

    BEsos gatunos de martes

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  4. Ya estála marciana con el lenguaje marciano que no comprendo, jajajaja

    Y no, no miento. Aveces escribo sobre lo que pienso, otras sobre lo que imagino, otras sobre lo que pensaba y ya no, o sobre lo que me gustaría pensar...

    ... vamos, que ni caso a lo que escribo, jejeje

    Besos a todas

    Pablo

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  5. Impúdico del diablo... Hermoso texto e interesante fotografía. Felicidades a los autores.

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  6. Me alegro de verte por aqui de nuevo, cronopia de la pradera...

    Te recuerdo que el refugio admite colaboraciones... incluso anónimas...

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  7. Me alegro de verte por aqui de nuevo, cronopia de la pradera...

    Te recuerdo que el refugio admite colaboraciones... incluso anónimas...

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