martes, 28 de abril de 2009

Una de fandangos

Vamonos un poquito por fandangos... sin duda al cante el palo favorito del que os escribe.


Querer,
tengo un modo de querer,
y dos de saber amar,
y tres de corresponder
y cuatro de no faltar
la palabra que yo dé.


Mira que cosa tan rara
anoche lloré y reí.
Mira que cosa tan rara,
lloré porque no te ví,
reí porque siempre estaba
acordándome de ti.


A mi manera,
mi vida quiero vivir.
A mi modo y a mi manera.
Que por mucho que me quiera
nadie morirá por mí
el día en que yo me muera.


Y yo le digo Cristiano.
Mi potro se llama Moro
y yo le llamo Cristiano.
Y él tan a pecho lo toma
que se arrodilla de mano
ante la Blanca Paloma.


La esquina,
me dieron tus resplandores
Al revolver de una esquina
sabes a que vengo niña,
a coronarte de flores
de lirios y clavellinas.

domingo, 26 de abril de 2009

Me he quedado sin pulso y sin aliento

Esta mañana de domingo ha amanecido un poco gris, aunque ya tengo medio puesto el chubasqeuro para salir a respirar un poco de aire fresco.

Entre medio de tanto ajetreo y tanta convivencia, y, aunque habiendo abandonado la inocencia hace ya algún tiempo (también yo fui testigo de otras horas) en estos días me ensombrece mucho el encuentro con una realidad que no esperaba. El pragmatismo acre con que la gente pasa de su condición de noble a la más degradada de las inmundicias. Al segundo, en un movimiento como de sable que rasga la tela; así, ajada, deja su alma y otras cosas de mayor importancia.

Permítanme que me vaya a andar, a hacer fotos y que distraiga la vista recreándome en este precioso soneto de Ángel González, que se lo dedico al capitán escarlata, amante como yo yo de tan solemne métrica.



Me he quedado sin pulso y sin aliento
separado de ti. Cuando respiro,
el aire se me vuelve en un suspiro
y en polvo el corazón de desaliento.

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro
los brazos como un ciego contra el viento.

Todo estaba detrás de tu figura.
Ausente tú, detrás todo de nada,
borroso yermo en el que desespero.

Ya no tiene paisaje mi amargura.
Prendida de tu ausencia mi mirada,
contra todo me doy, ciego me hiero.



Besos, voy a pisar algunos charcos.

Pablo

viernes, 24 de abril de 2009

Y no llegaste a quererme

Hace algo más de un mes encontré este archivo en la red.

No sé si puedo expresar con palabras lo que se siente al escuchar cantar de esta manera. Creo que después de muchos años escuchando flamenco es lo mejor que he escuchado nunca. No puedo dejar de escucharlo

Camarón al cante, Tomate a la guitarra. Año 1980

Personalmente pienso que a quien no le guste esto ni quiere a su mare ni quiere a ná.

http://www.youtube.com/watch?v=oUpErKoSbJU

"Que te quise y que te quiero,
yo en mi vida negaré,
que te quise y que te quiero.
Y mira que cariño fué,
que en contra del mundo entero
vuelvo a quererte otra vez
"

miércoles, 15 de abril de 2009

Maravilloso

Le dedico este poema MARAVILLOSO al capitán escarlata, cuyos sueños marineros, afines a los míos, espero naveguen de una misma amura algún día, hacia rumbos comprometidos, o abarloados en algúna caleta perdida.

Un abrazo.


Puerto viejo de Donostia




Surca la mar la lancha bonitera
y, escondido el anzuelo en la panoja,
el acerado pez que a ella se arroja
víctima cae de su codicia fiera.

Mientras tanto el motil, en la caldera,
hierve el aceite so la brasa roja.
Unas cebollas de su piel despoja
y pica bien con prontitud ligera.

De un bonito la carne palpitante
corta en pequeños trozos, que sofríe
con buen tomate y pimiento picante,
luego con agua hirviente lo deslíe
y así lo deja a que en hervor constante
la blanca vianda a su sazón se alíe.


Y al llegar el instante
en el que cese la áspera faena
de patatas bien limpias y cortadas
la caldera se llena,
y cuando quedan blandas y guisadas
y sintiendo va su ánimo flaco
tras la labor penosa, el marinero,
a un aviso jovial del cocinero,
se apresta a devorar el marmitaco.



PEDRO EGUILLOR

domingo, 12 de abril de 2009

Cuéntame

Los años no la recompensaron mas que con una soledad pesada sobre los hombros. Tan solo unas viejas fotos que cuelgan y amarillean en la balconada le hablan de tiempos pasados, impasibles retratos de su historia que la recorren como un escalofrío amarillento y cuarteado. Quién sabe que nostalgias le arrebatan cada mañana entre olor a puchero y jabón, cuando, al sol, sale a hablar con las gaviotas que se posan en su alféizar a descansar y a escucharla.

sábado, 11 de abril de 2009

Inspiracion

Como bien sabéis, la comida me inspira tanto o más que el amor y la poesía, así que os mando estas fotos que acabo de hacer de lo que será mi almuerzo, un arroz con champiñones... lo que ahora los más redichos llaman "risotto" (esos que en un alarde de extravagancia compran "vinagre balsámico de módena") juasjuajsuasj :)

Espero que las podáis ver en tamaño grande, son dignas del mejor fondo de pantalla!!!!




Volver

...que grande Martirio... como siempre. Con que gusto está cantado este tango.


viernes, 10 de abril de 2009

Táctica y estrategia

Tal vez por no caer en tópicos nunca he puesto este poema, pero como veo que hay gente que no lo conoce (jeje) aqui os lo pongo.

Un beso a todos




Mi táctica es mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es hablarte y escucharte
construir con palabras un puente indestructible

mi táctica es quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos simulacros
para que entre los dos no haya telón ni abismos

mi estrategia es en cambio más profunda y más simple
mi estrategia es que un día cualquiera
no sé cómo ni sé con qué pretexto
por fin me necesites

M. Benedetti

lunes, 6 de abril de 2009

EPÍLOGO



Me arrepiento de tanta inútil queja,
de tanta tentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.

Ahora sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:
una resurrección, ninguna muerte.


Ángel González

sábado, 4 de abril de 2009

Piel con piel



Se respiraba una tranquilidad sobrecogedora. Ya en aquellos tiempos el ruido de los coches tildaba el ajetreo de la ciudad, y marcaba el ritmo de las horas punta. Aquel lugar era diferente. Retirado del mundo, sus habitantes parecían bestias salvajes viviendo pacientes en un remanso de calma. Cierto es que los pueblos de la costa siempre tiene un clima de paz que no tienen las grandes capitales, pero en este en especial, ajeno del turismo y sus agravios, la calma y la tranquilidad te invadían de la cabeza a los pies.


Eran pasadas las ocho, ese momento justo en que el sol estival marca sus últimos compases, y un crepúsculo entre rosa y almíbar se adivina en el horizonte cercano. A esas horas el terral sopla suave de tierra adentro, mientras los hombres del mar adujan sus últimos cabos entre el constante campaneo de las drizas contra el mástil. Las gaviotas inquietas buscan de nuevo el lugar de dormida, veo sus siluetas recortadas en un contraluz de puro ámbar.


Aún recuerdo nuestra vestimenta. En aquellos tiempos cálidos nos gustaba vestir ropas sueltas, de lino o alguna otra fibra natural que nos librara del sudor, y que filtrara aquel aire espeso y húmedo que inundaba el puerto nada más pasar el mes de mayo y que perduraba hasta bien entrado el otoño. Descalzos, siempre era agradable caminar sobre la tablazón del embarcadero, o sobre la cubierta de algún barco conocido. Es una sensación incomparable, primitiva, gratificante.

Caminamos hasta la casa. El ocaso marcaba el perezoso encendido de las farolas de la calle, que vestían de amarillo las viejas fachadas de cal, castigadas por el paso de los años y el salitre. La casa era sencilla, nunca gustamos de grandes lujos materiales. Una gran cocina, eso sí, ataviada con buena mesa de madera de roble, una gran lavadera, y recubierta de celosías blancas hasta media altura, donde colgaban las sartenes y demás utensilios de cocina. Junto a la alacena, un mueble –probablemente proveniente de los restos de algún barco desguazado- hacía las veces de bodega, siempre a punto, pese a la escasez de buenos vinos que había en ese tiempo por aquellos lares.

Fuimos al dormitorio. Era mi lugar favorito de la casa, y probablemente también el de ella. Humilde -como el resto de la casa- era un remanso de paz, no sé si por las cortinas de algodón fino que se movían a poca brisa que soplara, por la vieja mesilla de noche, o por la gran cómoda de caoba blanca que ocupaba toda la pared del fondo. Una gran librería hacía esquina junto a la ventana, con tantos libros y tantas historias que nos han acompañado durante estos años que solo con verla te sentías acompañado, y un gran ventanal que daba al puerto filtraba la luz de la calle con su celosía de madera, mitad verde y mitad blanca, desgastada por el paso de los años.

Una cerilla se prende, una llama ilumina titilante el cabecero blanco de la cama, el ambiente cálido se vuelve espeso, el olor a mar se confunde con el perfume de la piel, el visillo se mueve calmado, las ropas caen sobre la madera del suelo, a nuestros pies, con un sonido ajado y promisorio.

Te tumbas en la cama, de espaldas a mí. Es inefable tanta belleza junta, tanto que hay que acercarse para no perder detalle de cada poro, de cada partícula de piel, de cada línea, de cada corva. Un silencio sobrecogedor, unos dedos que pretenden recorrer cada centímetro, una piel que se estremece, la luz que se refleja contra ti con sus sombras sugerentes y lascivas. Un tiempo que pasa sin prisa, lento, ajeno al devenir del resto del mundo.


Tu y yo. Piel con piel. El centro del universo en la punta de los dedos.

viernes, 3 de abril de 2009

Guárdame

Una de las letras favoritas del Capitán Escarlata, y mía también. Cuánto echo de menos al amigo Ruibal...

Guárdame la noche por tu vientre
y la luna en el costado
y tu lengua que no miente,
y el sabor dulce de la locura
de la hembra más desnuda,
de la dama más ardiente.

Guárdame el licor azul del alba
y el balcón de los suspiros
por la seda de tu espalda,
para volver sin respiro
ya tu boca por mi cuello
y mi mano por tu falda.

Guárdame el rincón de los aromas
y el diván de los ensueños
y los baños de azahar
y los juegos del espejo
y tu pecho y tu lunar
y tu corazón sin dueño.

Guárdame el jardín de mediodía,
la hora cálida del vino,
la penumbra de la siesta
entre tu risa y mis ganas,
y tus besos y tu cama
y tus sábanas de fiesta.

Guárdame las cartas de mi suerte,
el desorden de los días,
tu lance de amor a muerte
y la lágrima que me diría:
si no me mata tu amor
,me matará no tenerte.

Guárdame tus pasos por mi vida
y la tarde en la mirada
y toda la mar detrás
y el poniente en la cintura;
si pude quererte más,
guárdame también la duda.

Javier Ruibal
Guárdame

jueves, 2 de abril de 2009

Sueño

Esta mañana mientras una amiga muy especial me contaba un sueño que había tenido, yo me acordaba de este poemita, que, aunque repetido, quiero compartir en el refugio. Aunque es tarde llevo todo el día queriendo ponerlo, y allá va.
Un beso muy fuerte a mi amiga -tal formal-...


Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos, tan formales
mientras almorzaban por primera vez,
ella muy lenta y él no tanto,
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes.

Su sonrisa, la de ella, era como un augurio o una fábula;
su mirada, la de él, tomaba nota de cómo eran sus ojos, los de ella,
pero sus palabras, las de él, no se enteraban de esa dulce encuesta.

Como siempre o como casi siempre, la política condujo a la cultura,
así que por la noche concurrieron al teatro, sin tocarse una uña o un ojal,
ni siquiera una hebilla o una manga, y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias, sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos,
fue preciso meterse en un boliche, y ya que el mozo demoraba tanto,
ellos optaron por la confidencia extra seca y sin hielo por favor.

Cuando llegaron a su casa, la de ella, ya el frío estaba en sus labios, los de él,
de modo que ella, fábula y augurio, le dio refugio y café instantáneos.
Una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino un silencio.
Como se sabe en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre.
Él probó: sólo faltaba que me quede a dormir,
y ella probó: porqué no te quedás,
y él: no me lo digas dos veces
y ella: bueno porqué no te quedás...
de manera que él se quedó, en principio a besar sin usura sus pies fríos, los de ella
después ella besó sus labios, los de él, que a esa altura ya no estaban tan fríos,
y así sucesivamente, mientras los grandes temas dormían el sueño que ellos no durmieron.

Los formales y el frio
M. Benedetti