lunes, 29 de septiembre de 2008

Una pequeña tregua

Un día de sol espléndido, casi otoñal. Fuimos a Carrasco. La playa estaba desierta, tal vez debido a que, en pleno julio, la gente no se anima a creer en el buen tiempo. Nos sentamos en la arena. Así con la playa vacía, las olas se vuelven imponentes, son ellas solas las que gobiernan el paisaje. En ese sentido me reconozco lamentablemente dócil, maleable. Veo ese mar implacable y desolado, tan orgulloso de su espuma y de su coraje, apenas mancillado por gaviotas ingenuas, casi irreales, y de inmediato me refugio en una irresponsable admiración. Pero después, casi en seguida, la admiraciónse desintegra, y paso a sentirme tan indefenso como una almeja, como un canto rodado. Ese mar es una especiede eternidad. Cuando yo era niño, él golpeaba y golpeaba, pero también golpeaba cuando era niño mi abuelo, cuando era niño el abuelo de mi abuelo. Una presencia móvil pero sin vida. Una presencia de olas oscuras, insensibles. Testigo de la historia, testigo inútil porque no sabe nada de la historia...
Mario Benedetti
La tregua (Fragmento)

1 comentario:

  1. Quillo, a ver cuando me lo pasas, ok? que la verdad es que tiene muy buena pinta, sí señor...

    Y en estos días hablamos tranquilamente y me cuentas qué tal van las cosas.

    Chao mamona.

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