jueves, 11 de septiembre de 2008

Huye del triste amor

Uno de los momentos más emocionantes de los últimos días, escuchar a Javier Cámara recitar de memoria estos versos, en la película "Los girasoles ciegos" que os recomiendo que vayáis a ver.

Lo recita a su hijo para darle ánimos, justo antes de salir de un zulo donde vivía escondido por miedo a la represión que sufría por parte del régimen.



Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!

Huye del triste amor
Antonio Machado

3 comentarios:

  1. Don Antonio adoraba a Quevedo.
    Todos los seres inteligentes no pueden dejar de adorar a semejante capullo genial.
    El soneto es totalmente del siglo de oro aunque escrito más de doscientos años después.
    Lo único que se me viene a la cabeza (dura) cuando leo cosas así es, lo difícil que resulta en lo cotidiano asumir esas enseñanzas.
    Don Antonio fue un Quevedo en otras circunstancias.
    El genio, la sensibilidad tienen la puta manía de repetirse.
    El soneto es precioso...
    y útil.
    Un abrazo del Weto.

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  2. Lo último!
    Es que a Machado también le encantaba Góngora.
    Al final, como dice Borges, la cara y la cruz de la moneda son lo mismo.
    Hay una piragua esperándote.
    Un abrazo.

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  3. Quevedo y Góngora eran unos prepotentes quisquillosos engreídos. (No me meto con su Literatura). Machado tenía la cualidad más excepcional del ser hunano: la bondad inteligente.

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