miércoles, 9 de julio de 2008

Encuentros



No importa lo mucho que me esconda. Da igual que lleve gabardina, que vaya oculto bajo mi paraguas, disfrazado de astronauta o camine bajo la fronda que ofrecen los árboles en primavera. Cada tarde, a la hora en que cruzo por tu calle, allí estás tú, observándome tras la ventana.


Puedo imaginar perfectamente cada uno de tus movimientos cuando ves que llega la hora en que mi ómnibus me acerca a tan esperado encuentro. Te imagino apresurada, soltando tus madejas de punto, dejando la novela sobre la mesa o desatendiendo cualquiera que fuera la tarea que tuvieras entre manos. De un vuelo cruzas el hall, el pasillo, el living, hasta dar con el balcón, donde asomas tu cara tras el cristal y tus ojos me buscan de nuevo entre la gente.
Ahí estás -pienso-, donde te dejé ayer, con la cara encendida y la boca entreabierta como queriendo decir quién sabe qué pensamientos.


A veces pienso en qué será lo que ves en mí, que desata toda esa fulgurante carrera, ya que los dos sabemos -muy a nuestro pesar- que la recompensa, a ojos de cualquiera puede parecer escasa. Lleno de impotencia a veces te devuelvo la mirada, a veces te sonrío tímidamente, o a veces simplemente llevo la cabeza tan llena de pensamientos que se me olvida que estás ahí, o por despiste me bajo en la siguiente parada, dos cuadras más abajo, resultando tu búsqueda infructuosa.


Pero qué importa –pensaba yo- que una eternidad nos separe, que esa frontera infranqueable que nos hace vivir a ti en Venus y a mí en Marte haga que nunca podamos intercambiar más que un gesto o una caricia en el aire o en el cristal.


Aprendía yo en aquel momento a reconocer el sentimiento puro, ese que hace que reserves ese minuto de tu tiempo para mí, por mi mera presencia, porque bien sabes que la recompensa es escasa, o tal vez ninguna. Y mañana, pasado, y el otro, dejarás tu jersey a medio hacer, tu último bocado en la mesa o tu novela abierta por la última página, para acudir a nuestra cita.


Y mientras yo aquí, susurrándote en marciano -absurda tarea- que con ello haces que me sienta tan grande que de puntillas alcanzaría tu ventana, besaría tu frente y te colmaría por siempre de bendiciones.




4 comentarios:

  1. es tuyo el escrito?
    Realmente podría ser un cuento de don Benedetti!
    Si es tuyo me encanta..si no es tuyo me encanta jejje Parece la vieja Penelope tejiendo trás el cristal...pero me sorprende el lenguaje del sur de las americas.

    Yo soy Mireia una parte de martes, patricia y es la otra parte martes, pero las dos utilizamos martes como una comuna, pero se intuye quien ha escrito uno o él otro escrito, la rabiosa y con faltas de ortografia soy yo :P

    Enganchada a este lugar
    Mua

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  2. El lenguaje "cuasi sudamericano" fué para despistar un poco... cuando lo escribí no quería que quienes lo iban a leer supieran que era mío.
    Gracias de nuevo por tu visita, tus "enrabietados" comentarios son bienvenidos y necesarios...

    Besos

    Pablo

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  3. ey...nací en el mediterraneo!

    La parte de martes Mireia es catalana que no vive cerca del mar...pero que sueña con él...ser catalana tiene sus ventajas...siempre puedo discutir de las lenguas minoritarias, hacer que no me entiendan (vostè parla català?), decir que no soy ni del barça ni del madrid, hablar de nacionalismo, y si hace falta del Carod Rovira...es muy entretenido..además tenemos fama de tacaños y con el tema de la "crisis" no pronunciada pues tenemos excusa para serlo de verdad jejje

    Y de donde es Pablo? Del cantabrico? de la ciudad del viento? A ver sorprendeme!

    *Esto comienza ser diario...y a ninguno nos gusta los compromisos así que tendremos que conocernos rápido y asesinar estos dialogos tan continuos :P

    Besos de cielo azul
    una martes

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  4. Pues yo soy Gaditano... aunque de sangre mallorquina... una mezcla un poco extraña... Y no, no parlo catalá, sólo sé decir "tanca la porta" y "pa amb oli".... jajaja ya ves, lo necesario para sobrevivir :P

    Mándame un mail a jpmf@arrakis.es así ya tengo el tuyo, que no lo veo en tu web, así asesinamos estos diálogos de media estrofa...

    Besos

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